Como la anorexia y la bulimia, la adicción a la comida suele estar relacionada con problemas emocionales. La raíz del problema no está en lo que se coma, sino en el porqué, de modo que se convierte en una dependencia muy difícil de superar por uno mismo.
Cada persona desarrolla una forma particular de enfrentarse al miedo, la ansiedad, el estrés, el dolor o la culpabilidad. Algunas son capaces de tratar directamente el problema, pero muchísimas recurren a la bebida, las drogas o el exceso de trabajo.
Para otras se hacen crónicos los dolores de cabeza, estómago o espalda.
Estos intentos para eliminar o reducir el estrés o el dolor son temporalmente relajantes y placenteros, por lo que cuesta darse cuenta de que, a la larga, serán inapropiados y dañinos. Todo el mundo sabe que el exceso de comida no es sano, pero sus perjuicios no se notan mientras comemos.
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